«El destino tiene dos cómplices implacables; nuestras percepciones y nuestras acciones». elduendevenenoso
Habíamos quedado encontrarnos en el Parque San Martín a las 15 hs. Ese miércoles 5 de setiembre de 1973 yo cumplía 15 años y con los amigos del barrio y de la escuela organicé un pic-nic con fútbol. Cada uno debía traer un paquete de galletitas y yo me ocupaba de llevar las gaseosas. El sol se desplegaba por la ciudad sin pedir permiso a ninguna nube casi como anunciando la llegada de una nueva primavera.
Mientras esperábamos que fueran llegando todos fuimos haciendo pases con la pelota para no aburrirnos. Al rato estábamos todos: El Colo, Poroto, el Pata, Sergio, Oscar, Jorgito, los dos Danis, el Yoni, Leo y yo. Nos repartimos haciendo dos equipos parejos y por una hora nos olvidamos del mundo jugando entre arboles y raíces. Cuando nos cansamos nos sentamos en rueda en el suelo y empezamos a compartir lo traído.
Charlamos de boludeces entre gastadas por el mal desempeño deportivo, las chicas del barrio, algo de música y de las cosas de esa edad. En esos días la vida era más que bella.
Al despedirnos, el Pata me conmovió. Él era el más chico de todos, tenía 13 años. Al irse me dice; ¡Qué suerte tenés vos que podés festejar tu cumple al aire libre! Yo que no me privaba de recomendar superar los obstáculos le pregunté; ¿Y vos por qué no? Y en una respuesta que se asemejaba a una confesión sin consuelo me expresó que el día de su cumpleaños siempre había llovido. Sin reservas le propuse organizar un cumpleaños igual al mío aunque él era el menos afecto al fútbol de todos y me volvió a repetir severamente; olvídate, ese día llueve.
Ya por entonces, si me ponían una pared enfrente de cinco metros de altura, no me pregunten cómo, pero si tenía que pasar por allí lo hacía. Saltándola o atravesándola. Así que al otro día volví a la carga y le pregunté ¿Cuándo es tu cumple? El 28 de setiembre contestó. Faltaba poco. Le propuse que hiciéramos juntos su festejo, que si quería en lugar de jugar a la pelota escuchábamos música. Luego de dos o tres negativas y de contarme sus experiencias pasadas sin éxito al aire libre, logré convencerlo.
Por ser el más chico del grupo, tenía otros amigos como Guido, Gabi, Leo, Gustavo y Arturo, a quienes agregó a la lista de los que ya habían estado en mi festejo.
El 28 de setiembre de 1973 fue viernes y a las 15 hs estábamos la mayoría de los invitados. Desde la mañana temprano no deje de mirar al cielo y solo pasaban algunas nubes tranquilas. Las amenazas de lluvia para mi, estaban postergadas ese día.
El Pata se había puesto una vincha para atrapar sus largos pelos y estaba entre contento y preocupado. Mi vieja, dijo elevándola al sitial de bruja adivina, me dijo que iba a llover. Déjate de joder loco, no tires tanta pálida, le contesté con mi mejor onda. Estamos acá y vinieron todos. Y nos pusimos a comer las galletitas y a charlar de música sin pensar en la naturaleza.
A la media hora se caía el cielo. Como pudimos nos cobijamos bajo el techo de la estación de servicio que estaba frente al parque, ya empapados y sin dejar de mirar la copiosa lluvia. No sé como carajo se me escapó una lágrima. Miré al cielo buscando a alguien que me diera una respuesta y pregunté desde mi inocente bronca; ¿Qué, no te gusta que se junten los amigos?
El Pata se acercó, colocó su brazo sobre mi hombro y quedamos como dos pendejos húmedos viendo rebotar en la calle el agua que quería romper el pavimento. Manso man, me dijo, en mi cumple siempre llueve.
elduendebobo
Escrito el 1º de octubre de 1973 sobre hechos reales (con arreglos en esta transcripción)
N del A: Durante nueve años seguidos me ocupé de esperar cada 28 de setiembre y siempre lo mismo, en algún momento del día, llovió. El último año que observé este fenómeno a las 23 hs llamé a mi amigo para decirle que no había llovido. Me recordó que el día no había terminado.
Media hora después me devolvió la llamada y con una voz con sorna me actualizó: Viste que está lloviendo…